El primer Emperador de China, Qin Shi
Huang, murió por causas naturales a principios del siglo III A.C.
Su sucesor natural, su hijo Fu Su,
debía tomar el relevo, pero tenía dos poderosos enemigos en palacio.
El principal consejero del emperador
muerto, Li Si, y el eunuco jefe, Zhao Gao, sabían que no contaban con la
simpatía del heredero y que su ascenso al poder podría significar su propia
caída.