
Estos son algunos de los hechos más relevantes que
necesitamos entender acerca de la neurología del aprendizaje:
1. El gasto energético del cerebro
El cerebro es el mayor consumidor de energía del
organismo.
Con sólo el 2 por ciento del peso corporal, el cerebro
consume el 20 por ciento de la energía que gastamos.
Las tareas cerebrales que más
consumen energía son aquellas que requieren focalizar la atención, como el
aprendizaje.
Eso se debe a que estas tareas afectan a prácticamente
todas las zonas cerebrales y a menudo precisan crear nuevas conexiones
neuronales.
En el entorno prehistórico en el que evolucionamos, la
energía era un bien escaso que debía economizarse a cualquier costa.
Por eso, los humanos hemos desarrollado una fuerza
poderosa y primitiva que nos impele a buscar el mínimo gasto energético como
mecanismo de supervivencia a largo plazo.
Para nuestros fines biológicos, ignorar aquello que no
merece la pena ser aprendido es tan importante como aprender lo que sí es
relevante.
Nuestro cerebro no quiere trabajar más de lo necesario.
Pero tampoco quiere dejar de aprovechar las oportunidades
que se presentan.
Y desde esta perspectiva es como debemos entender nuestra
relación con los procesos de aprendizaje.
2.
Los procesos de atención
Nuestro cerebro recibe continuamente toneladas de
información a través de los distintos canales sensoriales, y decide qué
elementos de esa información retendrá y cuáles ignorará.
En general, nuestro cerebro ignorará la abrumadora
mayoría de la información que recibe y solo presentará a nuestra consciencia
una mínima parte de la misma.
A su vez, nuestra consciencia sólo permitirá que pase a
nuestra memoria a largo plazo una mínima parte de esa información que le llega.
La inmensa mayor parte de dicha información jamás
traspasará el umbral que lleva desde el campo de la consciencia hasta las zonas
cerebrales del hipocampo, donde se procesa la información para su memorización
a corto plazo.
Si una información no ha sido registrada en la zona
cerebral del hipocampo, nunca podrá ser evocada ni recuperada.
No habrá existido ningún tipo de aprendizaje, ni por
supuesto ninguna posibilidad de cambio de conducta.
Es nuestro cerebro inconsciente quien toma las decisiones
acerca de lo que debe o no debe ser presentado a nuestra conciencia, y lo que
debe o no debe ser traspasado a continuación a nuestra memoria a largo plazo.
Y lo hace básicamente según su interpretación de si
estamos ante una oportunidad o ante una amenaza, que justifican el gasto
energético que implica el nuevo aprendizaje, o bien estamos ante un hecho
neutral que nos resulta indiferente.
3.
La memoria operativa
Cuando aprendemos, se
produce un cambio físico a nivel sináptico en las neuronas de nuestro cerebro.
En un primer momento, como
hemos visto, interviene la memoria operativa, que tiene su sede en la región
cerebral del hipocampo, para fabricar los recuerdos.
Pero después, esta
información se transfiere a otras partes del cerebro para su almacenamiento
definitivo a largo plazo.
Esta actividad implica un
traslado físico de proteínas de unas a otras partes del cerebro.
La primera parte de este proceso es la parte más
delicada del aprendizaje, ya que se produce en el hipocampo, verdadero talón de
Aquiles del prodigioso cerebro humano.
El hipocampo sólo puede manejar una cantidad muy limitada
de información a la vez.
Si cargamos demasiada información a la vez en la
memoria operativa, se desborda y ya no es capaz de procesar adecuadamente esta
información.
Por eso, en cada estadio del aprendizaje, se
necesita limitar la cantidad y complejidad de la nueva información que se va a adquirir.
En caso contrario, se corre el riesgo de desbordar la
memoria de trabajo, generando frustración y dificultades para continuar
avanzando con el aprendizaje.
Cuando se trata de aprender, menos es más.
El aprendizaje se potencia aplicando el principio
de la simplicidad, eliminando toda información redundante o que no resulta
esencial para los fines que se buscan.
4.
La automatización del aprendizaje
El hecho de prestar atención
consciente a algo, activa zonas cerebrales de la corteza prefrontal.
Y eso hace que nuestro cerebro se
ponga en modo de “exploración”, que es el modo que adquiere cuando aprendemos
una conducta por primera vez o cuando nos enfrentamos a cualquier tipo de
situación novedosa.
Cuando nuestro cerebro se encuentra
en modo de exploración, casi todas las áreas de nuestro cerebro se activan, en
un intento de prestar la máxima atención.
Y eso consume una gran cantidad de
energía.
Sin embargo, una vez que nuestro
cerebro descubre cuál es la representación neuronal más eficiente de un
determinado aprendizaje, tiende a automatizar esta secuencia.
Una vez que un aprendizaje se ha
asimilado y automatizado, mediante la comprensión, la emoción
y la repetición, ya
no se necesita seguir prestando atención consciente al mismo.
La conducta derivada de la nueva
conexión sináptica creada, tenderá entonces a producirse de forma espontánea,
de un modo prácticamente inconsciente, casi sin esfuerzo y con muy escaso gasto
de energía.
En ese momento se podrá seguir
avanzando con el siguiente nivel de aprendizaje, para adquirir nuevos
conocimientos o conocimientos de un nivel más complejo.
5.
El interés y la motivación
Nuestro cerebro está programado para prestar atención
sólo a lo que interpreta como una oportunidad o como una amenaza.
Es decir, a aquello que nos emociona, positiva o
negativamente.
Si la carga emocional de la nueva información es
suficientemente elevada, seremos capaces de aprender, es decir, podremos
transferir la información a la memoria a largo plazo, incluso con una sola
repetición.
En cambio, cuanto menos nos interese la información que
llega a nuestro cerebro, más y más repeticiones necesitaremos para que esa
información pase a la memoria a largo plazo.
En general, intentar aprender algo que no nos interesa en
absoluto –no nos emociona-, mediante el mero recurso de la repetición, suele
ser un ejercicio bastante absurdo e ineficaz.
El colmo de la ineficacia se produce cuando intentamos
aprender algo que ni siquiera comprendemos, ni por tanto podemos asociar con
nuestros conocimientos previos.
Siempre recordemos que el aprendizaje está estrechamente relacionado
con el circuito de la motivación, a través del mecanismo de liberación de
dopamina en nuestro cerebro.
6.
La sorpresa y la novedad
La cantidad de dopamina que nuestro cerebro segrega ante
un evento positivo no depende sólo del placer que nos produce dicho evento,
sino también y muy especialmente, de lo inesperado del premio conseguido.
Nuestra felicidad está en buena parte vinculada al efecto
sorpresivo de las oportunidades y mejoras que obtenemos.
Esto significa que para optimizar el aprendizaje no es
importante sólo la recompensa, sino también el nivel de incertidumbre asociado
a la misma.
En eso consiste básicamente el secreto de los juegos como
medios de aprendizaje.
No sólo estimulan la exploración activa, sino que continuamente
proveen retroalimentación en forma de premios –y a veces de castigos-, y además
existe un nivel de incertidumbre respecto a la consecución de los mismos.
Eso hace que los jugadores se enganchen al juego, y el
aprendizaje se produce de forma invisible, sin aparente esfuerzo.
7.
El estrés y las emociones negativas
El dolor, el miedo y el estrés también pueden favorecer
el aprendizaje.
Siempre que nuestro cerebro crea hallarse ante una
amenaza, excitará la amígdala cerebral, sede de emociones negativas como el
miedo y la ira.
La activación de la amígdala que se produce en las
situaciones de estrés sirve para realizar aprendizajes simples de evitación,
del tipo "no debes tocar el fuego porque te quemarás".
Sin embargo, no sirve para aprender conceptos complejos,
o para desarrollar soluciones creativas e innovadoras.
La saturación hormonal de adrenalina
y cortisol asociada a las situaciones de estrés produce dos efectos
contrapuestos en nuestro cerebro: por un lado, potencia a la amígdala, pero al
mismo tiempo, afecta adversamente al hipocampo.
La estimulación de la amígdala hará
que el proceso de consolidación de la memoria sea más rápido e intenso.
Al mismo tiempo, esta descarga hormonal
producirá una atenuación de las capacidades cognitivas emanadas de la corteza
superior cerebral, y acabará produciendo reducciones en los niveles de los
neurotransmisores dopamina y endorfinas.
Si la descarga de adrenalina ha sido
suficientemente masiva, entonces el hipocampo puede llegar a quedar
temporalmente desactivado por completo, y entonces no será capaz de fabricar
ningún recuerdo de lo acontecido.
El estrés estimula aprendizajes simples de evitación y al
mismo tiempo puede volvernos literalmente más lerdos, atenuando nuestra
inteligencia y nuestras capacidades superiores de aprendizaje.
Como siempre, muy interesante. Me llama la atención el hecho de que , aun conociendo esto, esta presentado de modo muy atrayente. Me gusta mucho.
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