
REALIDAD: Las emociones negativas pueden
propiciar aprendizajes muy simples de evitación,
como "no tocar la plancha ardiendo" o "no quedarse dormido en
clase".
Al
mismo tiempo, estas emociones entorpecen el funcionamiento del hipocampo y
otras áreas cerebrales que intervienen en el procesamiento cognitivo, dificultando
la capacidad para aprender conceptos complejos o para desarrollar soluciones
nuevas y creativas.
Desde
un punto de vista neurológico, el estrés y las emociones negativas tienden a
volvernos literalmente más lerdos, atenuando nuestra inteligencia y capacidad
de aprendizaje.
MITO 2.
Cuanta más información tengamos y cuanta más atención prestemos a los detalles,
tanto mejor aprenderemos.
REALIDAD: Las personas tenemos
una capacidad limitada para absorber la información, derivada de las
limitaciones de nuestra memoria de trabajo.
Por
ello, "menos es más" suele ser un buen principio en el aprendizaje.
En
cada momento, sólo podemos hacer frente a una cantidad limitada de información.
Así que necesitamos concentrarnos en lo
esencial, en el primer plano.
Filtrar e ignora las distracciones de fondo
innecesarios.
Obviar los movimientos y distracciones
irrelevantes.
El secreto del aprendizaje eficiente no
consiste en observarlo todo, en prestar atención a todos los detalles, sino
justamente al contrario, en volverse selectivamente ciego, filtrando todo
aquello que resulte irrelevante para nuestros particulares propósitos.
MITO 3: Aprender es recibir conocimiento de un
experto.
REALIDAD: De entre las varias formas en que las personas
tenemos de aprender, volcar el jarrón del conocimiento de un experto en el vaso
del cerebro del aprendiz, no es una de ellas.
En
realidad, sólo aprendemos cuando la información tiene algún sentido para
nuestro cerebro.
Sea
que nos lo cuente un experto o que lo leamos en un libro o en cualquier otro
sitio, sólo seremos capaces de aprender algo si nuestro cerebro lo comprende.
Y comprender algo consiste básicamente en encontrar
la forma de relacionar esa nueva información con los esquemas mentales previos
que ya teníamos almacenados en nuestra memoria.
No podemos adquirir nuevos conocimientos a
menos que seamos capaces de asociarlos e integrarlos con el conocimiento previo
que ya teníamos.
Ese es el secreto de todo nuevo aprendizaje
conceptual: encontrar algo en nuestro cerebro a lo que podamos agarrar y
amarrar el nuevo conocimiento, y de esta forma darle sentido.
Sólo entonces se producirá el aprendizaje.
MITO 4: Para aprender lo más importante es “querer
aprender”.
REALIDAD: Querer aprender apenas influye en el
hecho de que aprendamos o no.
De otro modo, nadie suspendería un examen.
Le bastaría con ordenar a su cerebro que aprendiese determinada información.
Pero el cerebro tiene sus propias reglas.
Está programado para aprender, pero también
para ignorar todo aquello que no merece la pena ser aprendido.
Y
el que decide qué merece la pena ser aprendido o no, es básicamente nuestro
cerebro inconsciente.
El
criterio que utiliza para tomar esa decisión es la interpretación que hace de
si estamos o no ante una oportunidad o ante una amenaza –que justifiquen el
gasto energético que implica el aprendizaje.
Sólo
cuando nuestro cerebro cree hallarse ante una oportunidad o ante una amenaza
–lo cual reconoce porque experimentamos placer o dolor, emociones positivas o
emociones negativas-, decidirá que merece la pena traspasar la nueva información a la memoria a largo
plazo, produciéndose entonces el aprendizaje.
Si
la carga emocional de la nueva información es suficientemente elevada, seremos
capaces de aprender incluso con una sola repetición.
En
cambio, cuanto menos nos interese – en los términos enunciados- la información
que llega a nuestro cerebro, más y más repeticiones necesitaremos para que esa
información pase a la memoria a largo plazo.
La verdadera clave del aprendizaje no es
recibir información, sino asegurarse de conferir suficiente carga emocional
a esa información para que el cerebro decida aprenderla.
MITO 5: El
aprendizaje en la especie humana se produce por medio de las ideas y la
capacidad de razonamiento.
REALIDAD: El
aprendizaje por medio de las ideas y el razonamiento es un evento más bien raro
y particular –aunque observando lo que sucede en las escuelas pudiéramos pensar
otra cosa.
Cuando
las personas aprendemos a montar en bicicleta o a jugar al tenis, cuando
aprendemos a estimar la calidad del café apreciando su sabor, o cuando
aprendemos a emitir una determinada nota de voz, no lo hacemos por medio de
ningún tipo de ideas, ni de inferencias, ni de razonamientos que llevemos a
cabo.
MITO 6: Para aprender hay que repetir los conceptos
muchas veces.
REALIDAD: Aunque la repetición es
probablemente la menos simpática de las técnicas de aprendizaje, casi siempre suele
ser necesaria para que éste se produzca.
Las personas tendemos a olvidar rápidamente
la mayor parte de los nuevos aprendizajes, así que solemos necesitar el
concurso de la repetición para fijar la nueva información en la memoria a largo
plazo y así poder recordarla más adelante.
Sin embargo, no se trata simplemente de
repetir un concepto muchas veces. Se requiere repetir con inteligencia.
El truco de la repetición eficaz consiste
en realizar varias repeticiones al principio para consolidar el nuevo
aprendizaje, y luego periódicos repasos, cada vez más espaciados en el tiempo.
MITO 7: Venimos al mundo como hojas en blanco,
sobre las cuáles se van escribiendo todos los nuevos aprendizajes que
adquirimos a lo largo de nuestras vidas.
REALIDAD: Venimos al mundo con nuestros
cerebros cargados de una gran cantidad de conocimientos y una infinidad de
programas que nos hacen comportarnos, pensar y sentir de unas determinadas
formas.
Nuestros procesos de aprendizaje
serían infinitamente largos y poco eficientes si tuviésemos que partir de cero.
De allí que nuestros cerebros nazcan
ya como sistemas expertos equipados con una gran cantidad de información y de
mecanismos automáticos concebidos para ayudarnos a resolver los problemas con
los que habitual y ancestralmente se han enfrentado quienes nos precedieron.
Sin darnos cuenta, estamos continuamente
aplicando estos mecanismos automáticos para aprender, para tomar nuestras
decisiones y para orientar nuestra conducta, mezclando inconscientemente los
métodos lógicos y racionales con el conocimiento y los procedimientos de
inferencia instintivos.
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