
En realidad, nuestra capacidad de
control voluntario del cerebro abarca escasamente algunas funciones vinculadas al
uso del lóbulo temporal medio, que contiene el hipocampo.
Esta zona del cerebro viene a ser
como el cuaderno de notas del cerebro para manejarse en la situación inmediata
y tiene una capacidad de procesamiento muy limitada.
Nos permite por ejemplo prestar atención
consciente a los detalles o concentrarnos para realizar un esfuerzo deliberado
en la ejecución de las tareas.
Sin embargo, el genio y la
creatividad implican casi siempre la capacidad de desconectar el cerebro
consciente, dejando que tome el mando el cerebro inconsciente.
Eso propicia la habilidad para
utilizar toda la capacidad del cerebro, incluidas las zonas de la corteza
frontal y parietal, áreas donde se almacenan los recuerdos a largo plazo.
De este modo se consigue poner el
repositorio de recuerdos a largo plazo al servicio de la memoria a corto plazo,
de forma que sea posible recuperar los diferentes componentes de un problema
reconociendo los patrones existentes en el cerebro.
La intuición, y no el razonamiento,
se convierte en la supra-lógica que suprime todos los procesos rutinarios del
pensamiento y salta directamente desde el problema a la solución.
Pero dado que la creatividad implica
fundamentalmente procesos mentales que operan en el cerebro inconsciente, no podemos
invocar a voluntad la capacidad de ser lúcidos y creativos.
Lo único que podemos hacer es tratar
de generar las condiciones físicas y mentales que favorezcan el funcionamiento lúcido
e intuitivo de nuestro cerebro.
Posiblemente el factor que se correlaciona en mayor medida con el nivel de lucidez y
capacidad creativa es el nivel de energía.
Las variaciones en el nivel de
energía que se producen a lo largo del día, y a lo largo de las diferentes
épocas por las que atravesamos, determinan en buena medida nuestra capacidad
para la fecundidad y productividad creativa.
Para ser creativos necesitamos contar
con la energía física y mental adecuadas.
Cuando estamos plenos de energía
somos capaces de concebir ideas o conceptos nuevos y valiosos, o de generar
nuevas asociaciones entre ideas y conceptos ya conocidos, y de este modo
encontramos la forma de resolver los problemas difíciles a los que nos
enfrentamos.
En cambio, cuando nuestro nivel de
energía está bajo, se pone en marcha el mecanismo cerebral ancestral de ahorro
de la energía.
Este mecanismo se desarrolló en la
época prehistórica de escasa disponibilidad de recursos alimenticios, ya que
permitía reducir al mínimo el consumo de energía mental, lo que podía suponer
una ventaja competitiva para la supervivencia.
Por eso, al final de una agotadora
jornada de trabajo nos cuesta encontrar la fuerza necesaria para llevar a cabo
esfuerzos intelectuales serios.
Lo mismo nos sucede después de
atravesar una situación estresante, cuando hemos dormido mal, o cuando en
general sometemos a nuestro organismo a actividades que le enferman y le agotan.
El agotamiento, sea por la razón que
fuera, debilita nuestras capacidades mentales y creativas.
A nivel neuroquímico, estas
variaciones en nuestro nivel de energía están reguladas especialmente por las
variaciones del neurotransmisor dopamina.
La dopamina
es la droga de la energía, la motivación y el poder personal.
Es también la
molécula que estimula el circuito del deseo y la activación y media en el
movimiento corporal.
Cuando los
niveles de dopamina son demasiado bajos, nos falta la motivación, nos sentimos
apáticos, no tenemos ganas de hacer nada, y nos parece que
cualquier esfuerzo equivale a escalar una escarpada montaña.
En cambio, cuando los niveles de dopamina son elevados,
nos sentimos llenos de vida, vibrantes, activados, fuertes, motivados, poderosos y
llenos de energía.
La energía
fluye por nuestro cuerpo y por nuestro cerebro sin cortapisas.
Nos sentimos fuertes, rebosantes de confianza y optimismo.
Poderosos y
clarividentes.
Deseosos de explorar, de emprender, de comprender el
mundo, incluso de conquistarlo.
Nuestra mente
se vuelve lúcida, plena de intuiciones rápidas y
acertadas.
Nuestros
pensamientos se tornan claros.
La creatividad,
incluso el genio, aparece sólo entonces.
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