
Desde siempre, las personas hemos
tratado de buscar caminos de superación y de perfeccionamiento.
Detrás de nuestra búsqueda se encuentran
la aspiración de conseguir la felicidad.
De alcanzar la serenidad y la paz
espiritual.
De obtener la lucidez y la
comprensión.
De adquirir la fortaleza para vencer
a nuestros adversarios.
De lograr el poder interior para
dominarnos a nosotros mismos.
En términos científicos actuales, más
prosaicos quizás, podríamos decir que lo que buscábamos era el cóctel químico
cerebral perfecto, aquel que nos permitiese obtener todas estas cualidades
descritas.
Porque al fin y al cabo, como ahora
sabemos, lo que somos y la forma como nos sentimos está condicionado por el cóctel
químico que predomina en nuestro cerebro en cada momento.
Así que sin saberlo de forma
consciente, todos nuestros caminos de superación y perfeccionamiento buscan en
última instancia mejorar nuestra neuroquímica cerebral.
Y de todas las cosas que podemos
hacer para mejorar nuestra química cerebral, ninguna es tan eficaz y tan
controlable por nosotros mismos como la elección de nuestro propio estilo de
vida.
Trabajar directamente sobre nuestro
cuerpo, modificando nuestro estilo de vida, es la forma más efectiva de incidir
sobre nuestro medioambiente interno, sobre el caldo hormonal que se produce en
nuestro cerebro.
Nuestros hábitos relativos a la
dieta, sueño y ejercicio físico, afectan a nuestros equilibrios bioquímicos en
mayor medida que casi cualquier otra cosa que podamos hacer.
Así que comencemos preguntándonos ¿estamos
físicamente en la mejor forma posible?
A menudo tendemos a identificar la
mala salud con el padecimiento de enfermedades graves que hayan sido
diagnosticadas por una autoridad médica.
Sin embargo, muchas veces la mala
salud se manifiesta en un conjunto de síntomas aparentemente menores que, pese
a todo, suponen una seria indicación de que algo va mal.
No sólo en el plano físico, sino
inevitablemente también en el correlativo plano emocional.
Por ejemplo, una investigación
llevada a cabo en EE.UU. con 760 jóvenes entre 15 y 34 años muertos en
accidentes de tráfico, reveló que, incluso ya desde esas edades tempranas, un
porcentaje importante de la población presenta serios signos de deterioro
físico.
El estudio mostró que uno de cada
tres de estos jóvenes tenía colesterol malo, uno de cada seis tenía
hipertensión, uno de cada siete era obeso y uno de cada 25 había desarrollado
diabetes.
Ciertamente la salud no consiste sólo
en la ausencia de enfermedades médicas oficialmente detectadas.
Pensemos en el ejemplo que nos
ofrecen un animal libre en la naturaleza y en otro que vive enjaulado en el
zoológico.
Tal vez ninguno de los dos esté
oficialmente enfermo, pero mientras que el animal salvaje presentará habitualmente
un aspecto esplendoroso, rebosante de salud y energía, el animal encerrado
posiblemente tenga un aspecto lamentable, gordinflón, mortecino, endeble y
apagado.
¿Qué aspecto tenemos nosotros y qué
aspecto queremos tener?
La salud va más allá de la ausencia
de enfermedades.
Nuestro cerebro tiene receptores para
la detección del estado físico de los distintos órganos de nuestro cuerpo.
Y cuando detecta que éstos no están
en buenas condiciones, el cerebro reacciona del mismo modo que lo hace ante
cualquier otra situación de estrés.
En el plano emocional, esto significa
un predominio de las emociones negativas y una atenuación de la capacidad para
experimentar sensaciones de placer y felicidad.
Puede llegar un momento en el que
como cantaban los Rolling Stones, sintamos que simplemente no podemos obtener
satisfacción de ninguna de las formas.
Incluso un leve sobrepeso puede tener
serias consecuencias emocionales negativas.
Hay estudios que indican que unos
pocos kilos de exceso de grasa acumulada en la zona abdominal pueden tener efectos
significativos en la salud física y emocional.
Se cree que la causa de este fenómeno
podría ser que las células de grasa abdominal son más sensibles a los
receptores de las hormonas de estrés en comparación con células en otros
lugares del cuerpo.
¿Está nuestro abdomen liso y bien
contorneado y nuestros glúteos duros?
Si nos apartamos demasiado de las
condiciones de vida saludable, estaremos condenados a vivir estresados, a veces
sin tan siquiera comprender las razones por las que esto sucede.
Mente y cuerpo están estrecha e
inseparablemente conectados.
Mejorar nuestro estilo de vida es la
senda más poderosa con la que contamos para desarrollar nuestro camino de
perfeccionamiento.
Como dijo Henry James, “Es tiempo de
comenzar a vivir la vida que hemos imaginado”.
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