Y esto resulta especialmente relevante
cuando es el líder quien debe tomar las decisiones que conducirán al grupo hacia una senda de éxito o de fracaso.
1. Deja que tu intuición participe en tus
decisiones
Las personas somos prácticamente
incapaces de tomar ninguna decisión en nuestras vidas si no ponemos en juego
nuestras emociones y nuestra intuición.
Los estudios neurológicos son
categóricos a este respecto.
Incluso cuando creemos estar tomando
decisiones puramente racionales, siempre intervienen las zonas cerebrales
responsables de la información emocionalmente relevante.
Si lo pensamos un momento, veremos
que ni siquiera es posible obtener certezas en nuestras decisiones en entornos
tan controlados como un tablero de ajedrez, con unas reglas del juego claras y
unas pocas piezas en acción.
Así que podemos imaginar la
complejidad inherente a un problema de la vida real, donde las reglas son ambiguas,
inciertas o desconocidas, los actores en juego tienen intereses opuestos, y los
elementos concernidos son casi infinitos.
Prescribir decisiones exclusivamente
racionales en un entorno complejo es simplemente inmanejable.
Así que deja actuar tu intuición.
Sólo de este modo tu cerebro será
capaz de procesar toda la vasta información, el conocimiento y las experiencias
almacenadas en tu memoria a lo largo de toda tu vida, para encontrar la
solución más adecuada al problema al que te enfrentas.
2. No tomes tus decisiones cuando estés
agotado o estresado
Nuestras capacidades cognitivas se
ven mermadas en situaciones de falta de energía, como sucede cuando estamos
enfermos, hemos dormido mal o nos encontramos cansados por cualquier otra
razón.
En general, siempre que nuestro
cerebro esté agotado, tenderemos a tomar peores decisiones.
Así que asegúrate de tomar tus decisiones
cuando tu espíritu esté fresco, tu ánimo brioso y tu energía se encuentre en un punto elevado.
Lo mismo sucede cuando nos
encontramos sometidos a situaciones de estrés o de alta emotividad.
Numerosos experimentos han demostrado
que las personas sometidas a emociones negativas tienden a estrechar el ámbito
de sus pensamientos y conductas posibles y su capacidad de tomar decisiones
acertadas.
Así que trata de generar un clima que
promueva las emociones positivas, pues eso incrementará tu capacidad para
resolver problemas de un modo más creativo y global, en vez de enfocarte en las
soluciones ya conocidas o en los detalles superfluos.
3. Busca la simplicidad
Los manuales están llenos de modelos
para la toma de decisiones.
La mayoría estos modelos no funcionan
en la vida real simplemente porque son demasiado complejos.
Una premisa fundamental para
que un sistema de toma de decisiones –o casi cualquier otro- funcione
adecuadamente, es que sea relativamente simple.
Si un sistema es demasiado complicado,
generalmente no funcionará.
Cuanto más complicado sea un modelo y
mayor sea el número de sus parámetros, mayores serán las posibilidades de que
algo vaya mal.
En cambio, cuantos menos parámetros
tenga un modelo, tanto más fiable será y mayores serán las probabilidades de
que funcione en el mundo real.
Así que busca la simplicidad.
4. Trata de estar en sintonía con el
mercado y con tus propias fortalezas
Charles Darwin dijo que “No es la más
fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco la más inteligente, sino
aquella que mejor se adapta”.
Lo mismo se aplica a la toma de
decisiones.
El éxito de tus decisiones depende en
buena medida de su capacidad de alinearse con las circunstancias del entorno y
con tus propias fortalezas y las de tu organización.
No existen decisiones que sean
válidas universalmente para cualquier mercado y para cualquier organización.
Así que trata de estar en sintonía
con las demandas del mercado y busca alinearte con tus propias fortalezas.
Si tienes claras cuáles son tus
propias fortalezas, las de tu equipo y las de tu organización, y si comprendes
cuáles son las circunstancias del mercado, la toma de decisiones será el último
y más sencillo de los pasos.
5. Cambia cuando las circunstancias cambien
Ninguna estrategia, ningún sistema,
ningún modelo son eternos.
No se puede mantener la misma
estrategia todo el tiempo.
Tus decisiones pueden haber sido
acertadas en el pasado.
Pero si las
circunstancias cambian, tú
también debes evolucionar.
Aquellos que permanecen inamovibles
en sus ideas, tarde o temprano están condenados al fracaso.
Necesitas ser capaz de cambiar tus
paradigmas mentales cuando tu entorno varía.
Más aún, a veces necesitarás realizar
cambios anticipatorios, y no meramente reactivos, para modificar determinados
modelos antes de que lo haga la competencia.
Sólo así evitarás que el éxito pasado
se traduzca en complacencia presente que acabe conduciendo al fracaso futuro.
Y hasta aquí esta pequeña guía para
la toma de buenas decisiones.
Ahora te toca a ti.
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