
Durante varios años trabajó como
cirujano ortopédico en un hospital infantil.
Sin embargo, su mayor interés estaba
en el campo de la endocrinología.
Especialmente tenía un interés casi
obsesivo en torno a la fatal enfermedad de la diabetes, que impide que el
cuerpo sea capaz de quemar azúcar para obtener energía.
Por aquella época la mayoría de los
médicos consideraban que era prácticamente imposible encontrar un tratamiento
para esta enfermedad.
Pero Banting tenía algunas fuertes
corazonadas sobre cómo podría solucionar el problema, basadas en algunos
trabajos científicos sobre el páncreas y la diabetes que había leído.
Para probar sus corazonadas, Banting
decidió renunciar a la práctica médica y dedicarse de lleno a la investigación
en un pequeño laboratorio de Toronto.
Muchos de sus conocidos le
advirtieron que su decisión equivalía prácticamente a un suicidio profesional.
Sin embargo, él creía que podía estar
en el camino adecuado para poder salvar muchas vidas.
Se incorporó al laboratorio y, con
los modestos medios disponibles, se dedicó intensamente a la investigación.
Al principio sus intentos de aislar
la hormona de la insulina, con la cual esperaba poder controlar el metabolismo
del azúcar, fracasaron.
Pronto, las deudas y los problemas
financieros comenzaron a cernirse amenazadoras sobre Banting y su familia.
Pero entonces una noche, cuando
estaba durmiendo, se levantó sonámbulo y escribió unas palabras en un papel.
Al día siguiente, sin recordar lo que
había sucedido la noche anterior, leyó el texto que había escrito.
Decía: “Ligar el conducto deferente
del páncreas de un perro de laboratorio, esperar varias semanas hasta que la
glándula se atrofie, cortar, lavar y filtrar la secreción”.
Banting comprendió que su cerebro
inconsciente había seguido trabajando durante el sueño y de alguna forma había
conseguido encontrar la solución que hasta entonces se le había escapado.
Aplicó el procedimiento descrito,
aisló la insulina y la aplicó a perros diabéticos. Casi de inmediato sus
niveles de azúcar en sangre descendieron y los síntomas de la enfermedad
desaparecieron.
Después aplicó la misma técnica con
personas, obteniendo los mismos resultados.
Pronto comenzó a producirse insulina
a gran escala.
En 1923 Banting recibió el premio
Nobel de Medicina y Fisiología por su descubrimiento y el Parlamento canadiense
le nombró Caballero por el Imperio Británico.
La experiencia de Banting concuerda
con las experiencias de muchos otros científicos y artistas sobre la eficacia
creativa de “consultar con la almohada”.
A menudo, un problema que parece
difícil y complejo por la noche se resuelve con facilidad por la mañana tras
haber estado mentalmente ocupado con él durante las horas de sueño.
Y es que el sueño resulta clave en
funciones como la memoria, el aprendizaje, la creatividad y la resolución de
problemas.
Mientras dormimos, nuestra actividad
cerebral se mantiene al menos en un 80%, a pesar de que los canales de
información sensorial están cerrados y las órdenes motoras bloqueadas.
Esta actividad mental inconsciente
resulta especialmente valiosa desde el punto de vista creativo, porque durante
la misma se producen una serie de procesos de consolidación cerebral.
Como resultado a menudo el cerebro
reordena la información que ya tenía, haciendo visibles asociaciones que hasta
entonces habían estado ocultas.
Y ello a su vez puede llevar a un
conocimiento consciente que hasta entonces no había sido evidente.
Estos efectos valiosos del sueño sólo
se producen cuando hemos estado “peleando” con el problema durante la vigilia
anterior.
El sueño, como mecanismo de
pensamiento inconsciente, es uno de los instrumentos de creatividad más poderosos
de los que disponemos.
Dormir es nuestra mejor meditación.
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