
La tercera parte de los hinchas
deportivos, considerados los más acérrimos, piensan como media una vez cada 12
minutos en su equipo.
Y en los casos extremos, la
proporción alcanza el pensamiento por minuto.
Hay muy pocas cosas en el mundo que
puedan concitar nuestros pensamientos una vez cada minuto.
Ni siquiera el sexo, en el momento de
máxima plenitud y deseo sexual, alcanza estos niveles.
A los 19 años, los hombres piensan de
media en el sexo una vez cada 30 minutos.
Los aficionados ven igualmente
afectada su salud física y psicológica en respuesta a los resultados que
cosechan sus equipos.
Cuando éstos ganan, los hinchas ven
reforzada su propia autoestima y se sienten más confiados en sus propias
habilidades.
En cambio, después de una derrota,
los aficionados se sienten deprimidos y se vuelven más pesimistas acerca de sus
probabilidades de realizar con éxito cualquier actividad.
Y en realidad, no se trata de
suposiciones absurdas que los aficionados realizan debido a las variaciones en
sus estados de ánimo.
Según han demostrado investigaciones
realizadas por el profesor James Dabbs, de la Georgia State University, para la
mayoría de las personas no hay mucha diferencia entre ser un aficionado y un
competidor.
Ambos reaccionan hormonalmente de un
modo similar.
Los resultados de sus equipos elevan
o reducen de forma real los niveles de testosterona de sus seguidores, de modo
que se incrementa o se reduce en la misma medida parámetros como su confianza,
su energía y su vigor.
Los hinchas de un equipo desarrollan
tal grado de empatía con el mismo, que llegan a experimentar en sus propios
organismos las mismas oleadas hormonales que los deportistas, especialmente
cuando se trata de eventos importantes.
Naturalmente, las euforias y
depresiones que sufren los hinchas según los resultados que consiguen sus
equipos suelen ser de corta duración.
Regresan rápidamente a sus niveles
habituales de vitalidad en cuanto se avecina el siguiente enfrentamiento
deportivo.
Aunque, de acuerdo con las
investigaciones de Dabbs, la identificación ferviente con el equipo local puede
tener, globalmente, más consecuencias psicológicas positivas que negativas para
los hinchas.
Los seguidores fervientes parecen
tener, por término medio, menos períodos de depresión que las personas que no
son seguidoras de los deportes.
La explicación estaría en el hecho de
que las personas tenemos la necesidad imperiosa de pertenecer a un grupo.
Y dado que la sociedad moderna a
menudo sólo cubre parcialmente esta necesidad, la identificación con un equipo
deportivo vendría a cubrir en parte la misma.
Los deportes masivos de
equipo permiten que las personas satisfagamos nuestro profundo deseo de actuar
juntos por una causa común.
Compartir sentimientos en los grandes
eventos emotivos.
Experimentar juntos los dramáticos
altibajos de la vida, que puede ser representada por una competición deportiva.
Las personas podemos ir a los juegos
o ver las transmisiones juntas.
Hablar y lamentarnos cuando las cosas
van mal.
Gritar y celebrar cuando van bien.
Sentirnos eufóricos después de una
victoria.
Compartir esa gloria.
Chocar las manos entre nosotros.
Satisfacer en definitiva, necesidades
profundas, conferirnos un propósito, darnos la sensación de pertenecer a un
grupo, de ser parte de algo que es mayor nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario