Con esto queremos decir que nos gusta
estar enfrentándonos continuamente a nuevos desafíos que no sean ni demasiado
fáciles ni demasiado difíciles.
Si nos empujan mucho más allá de los límites psicológicos de nuestra
zona de comodidad, los sentimientos de fracaso pueden comenzar a surgir.
Pero si no nos empujan más allá de dicha zona, no nos sentiremos
desafiados ni estimulados. Incluso, si la tarea resulta demasiado fácil y
repetitiva, probablemente nos aburriremos.
Trasladado al mundo del aprendizaje, podemos apreciar que los buenos programas formativos son
aquellos en los que los participantes tienen la oportunidad de progresar de
acuerdo a sus recursos, habilidades y conocimientos, pero en el límite de los
mismos. Allí donde sienten los desafíos como un reto, pero no como algo
imposible.
Probablemente es en los juegos donde más eficientemente
encontramos aplicados estos principios psicológicos.
Los buenos juegos están
siempre empujando a los jugadores hacia adelante, hacia las tareas siguientes,
hacia arriba en el siguiente nivel.
Los juegos bien diseñados están
estructurados de manera que los participantes operan constantemente en el borde
de su competencia. Necesitan estar continuamente renovándose, pero los desafíos
no son tan difíciles como para que les parezcan imposibles de superar.
A medida que los jugadores progresan en el juego, su
competencia se hace cada vez mayor.
La práctica y la repetición permiten a los participantes
ganar competencia.
Al mismo tiempo, su umbral de aburrimiento también
aumenta.
La mayoría de los participantes toleran unos momentos de
aburrimiento, pero si el juego sigue manteniéndose por debajo de su nivel de
competencia, dejarán de jugar.
Lo mismo sucede para los juegos que se encuentran por
encima de la zona de competencia de los participantes. Dejarán de jugar si el
juego es demasiado difícil y no parecen estar haciendo progresos.
Así que el secreto de los buenos juegos es su capacidad de explotar la necesidad que sienten los jugadores -que sentimos todas las personas en realidad- de ir más allá de su capacidad actual para alcanzar el siguiente estadio de maestría posible, viviendo siempre en el límite entre el éxito y el fracaso.
Así que el secreto de los buenos juegos es su capacidad de explotar la necesidad que sienten los jugadores -que sentimos todas las personas en realidad- de ir más allá de su capacidad actual para alcanzar el siguiente estadio de maestría posible, viviendo siempre en el límite entre el éxito y el fracaso.
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