
Más o menos por la misma época, el
ingeniero francés Maximilian Ringelmann realizó una serie de estudios sobre la
acción de grupos de personas tirando de una cuerda.
Y comprobó que en este caso la unión no hacía
la fuerza, sino al revés. A medida que se iban sumando más personas al grupo,
la contribución individual de cada una de ellas iba decreciendo.
Vemos por tanto que hay actividades y
circunstancias en las que la presencia de otras personas potencia la ejecución
individual y otras donde sucede justamente lo contrario.
¿De qué depende que suceda una cosa o la
otra y por qué?
En general, el deseo de emular o
superar a los que más se esfuerzan produce un efecto de arrastre, incrementando
la motivación y el esfuerzo de los demás, como sucede con los ciclistas cuando
entrenan juntos.
Pero otras veces el trabajo en grupo
produce un efecto desmotivador contrario, como sucede con los grupos de
personas que tiran de una cuerda, porque cada una de ellas tiene la sensación
de que la recompensa será la misma para todos, no importa cuál sea su esfuerzo
individual.
En
el campo del aprendizaje, el trabajo colaborativo aumenta la
satisfacción y motivación de los participantes.
Y favorece la compartición de experiencias,
conocimientos y aportes entre los miembros del grupo.
Pero puede tener un efecto
desmotivador si se evalúa el resultado del grupo de forma conjunta, porque los
individuos pueden tener la sensación de que no se está valorando de forma justa
sus contribuciones individuales.
En algunos casos resulta
simplemente que una tarea puede ser mejor desempeñada por una persona que por
varias –pensemos por ejemplo en la lectura de un libro.
En general, el trabajo en grupo
suele ser positivo cuando se trata de tareas sencillas o cuando los
participantes se sienten seguros y confiado respecto a la tarea a realizar.
Pero si se trata de tareas que
requieren un elevado nivel de concentración, como resolver problemas
matemáticos complejos, o cuando los participantes se sienten inseguros respecto
a la tarea a realizar, la presencia de otras personas puede ponerles nerviosos
y de este modo perjudicar su desempeño.
También son conocidas las posibilidades de generación de
ideas creativas en grupo cuando el trabajo se desarrolla en un ambiente
relajado e informal.
Pero cuando se requiere un alto
nivel de creatividad el grupo no es necesariamente mejor que el individuo.
De hecho, prácticamente no se
conocen grandes obras de autores literarios, pintores, o directores de cine que
hayan sido realizadas por equipos de varias personas.
Ello puede deberse a que los
sentimientos básicos de cohesión grupal pueden promover una tendencia hacia la
conformidad que dificulta la generación de puntos de vista excesivamente
novedosos o discrepantes.
En definitiva, las ventajas del
aprendizaje colaborativo son claras y existen a muchos niveles.
Pero conseguir que lo sea requiere
saber en qué circunstancias y en qué tipo de tareas conviene aplicarlo y cuando
no resulta conveniente hacerlo.
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