viernes, 7 de junio de 2013

La insoportable tensión psicológica de las cosas inacabadas

Fue la psicóloga rusa Bluma Zeigarnik quien reparó por primera vez en el fenómeno que lleva su nombre, cuando se encontraba sentada en un restaurante en Viena, una tarde primaveral del año 1927.
Zeigarnik estaba esperando que el camarero le sirviese un café y entonces hizo una observación aparentemente banal que sin embargo, la haría famosa en el campo de la psicología.
Lo que observó esta psicóloga es que los camareros parecen capaces de recordar cualquier lista de artículos que un cliente les pide, no importa lo larga que sea, pero que ese recuerdo desaparece inmediatamente después de haber servido el pedido.
En realidad, como descubrió Zeigarnik, cualquier tarea o asunto incompleto crean una tensión psicológica que hace que, por un lado, recordemos mejor aquello que hemos dejado a medias, y por otro lado, sintamos la necesidad emocional de terminar la tarea incompleta.
Y eso tiene infinidad de aplicaciones.
El efecto Zeigarnik explica por qué apenas podemos resistirnos a la tentación de completar un puzzle que tenemos a medias.
O por qué nos empeñamos en completar un crucigrama no importa el tiempo que nos consuma.
O por qué sentimos la necesidad de conocer la respuesta a un acertijo que nos plantean, no importa lo absurdo o intrascendente que pueda ser.
El mismo principio se aplica cuando un presentador anuncia algo que se va a tratar… justamente a la vuelta de publicidad.
O cuando un serial deja la trama a medias, para que los espectadores se queden deseando conocer el desenlace, cuando se emita el capítulo de la siguiente semana.
O cuando llegamos al final del capítulo de un libro y el autor ha creado una intriga que sólo se aclara al seguir leyendo el capítulo siguiente.
El truco es dejar las cosas inacabadas para que las personas sientan la necesidad psicológica de completarlas y de conocer su final.
Claro que también puede suceder lo contrario: que pasemos página y olvidemos aquello que ha quedado completado.
Por ejemplo ¿quién no ha caído en la cuenta de que, con frecuencia, las cosas que hemos estado estudiando durante días o semanas, para preparar un examen, parece que se nos olvidan de golpe, después de que hemos realizado la prueba?
¡Y eso sucede especialmente cuando hemos aprobado el examen!
Entonces la tarea ha quedado completada, y nuestro cerebro decide que ya no tiene tanta utilidad seguir manteniendo almacenada esa información… así que se nos olvida.
Pero el descubrimiento de nuestra buena amiga Bluma Zeigarnik también puede depararnos alguna recomendación práctica para mejorar nuestras técnicas de estudio.
Por ejemplo, podemos seguir la estrategia de no estudiar un tema entero de golpe, sino ir haciendo pequeñas pausas, por ejemplo cada media hora, en las que dejemos inconcluso aquello que estábamos estudiando.
Mientras no cerremos mentalmente la cuestión que tenemos entre manos, nuestro cerebro no dejará de darle vueltas.
Y eso creará una tensión psicológica que hará que recordemos mejor aquello que hemos dejado a medias.

¡Todos sentimos la necesidad emocional de terminar las tareas incompletas...!

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