
Zeigarnik estaba esperando que el camarero le sirviese un
café y entonces hizo una observación aparentemente banal que sin embargo, la
haría famosa en el campo de la psicología.
Lo
que observó esta psicóloga es que los camareros parecen capaces de recordar
cualquier lista de artículos que un cliente les pide, no importa lo larga que sea,
pero que ese recuerdo desaparece inmediatamente después de haber servido el
pedido.
En realidad, como descubrió Zeigarnik, cualquier tarea o asunto
incompleto crean una tensión psicológica que hace que, por un lado, recordemos
mejor aquello que hemos dejado a medias, y por otro lado, sintamos la necesidad
emocional de terminar la tarea incompleta.
Y eso tiene infinidad de aplicaciones.
El efecto Zeigarnik explica por qué apenas podemos
resistirnos a la tentación de completar un puzzle que tenemos a medias.
O por qué nos empeñamos en completar un crucigrama no
importa el tiempo que nos consuma.
O por qué sentimos la necesidad de conocer la respuesta a
un acertijo que nos plantean, no importa lo absurdo o intrascendente que pueda
ser.
El mismo principio se aplica cuando un presentador anuncia
algo que se va a tratar… justamente a la vuelta de publicidad.
O cuando un serial deja la trama a medias, para que los
espectadores se queden deseando conocer el desenlace, cuando se emita el
capítulo de la siguiente semana.
O cuando llegamos al final del capítulo de un libro y el
autor ha creado una intriga que sólo se aclara al seguir leyendo el capítulo
siguiente.
El truco es dejar las cosas inacabadas para que las
personas sientan la necesidad psicológica de completarlas y de conocer su
final.
Claro que también puede suceder lo contrario: que pasemos
página y olvidemos aquello que ha quedado completado.
Por ejemplo ¿quién no ha caído en la cuenta de que, con
frecuencia, las cosas que hemos estado estudiando durante días o semanas, para
preparar un examen, parece que se nos olvidan de golpe, después de que hemos
realizado la prueba?
¡Y eso sucede especialmente cuando hemos aprobado el
examen!
Entonces la tarea ha quedado completada, y nuestro cerebro
decide que ya no tiene tanta utilidad seguir manteniendo almacenada esa
información… así que se nos olvida.
Pero el descubrimiento de nuestra buena amiga Bluma Zeigarnik
también puede depararnos alguna recomendación práctica para mejorar nuestras técnicas
de estudio.
Por ejemplo, podemos seguir la estrategia de no estudiar
un tema entero de golpe, sino ir haciendo pequeñas pausas, por ejemplo cada
media hora, en las que dejemos inconcluso aquello que estábamos estudiando.
Mientras no cerremos mentalmente la cuestión que tenemos
entre manos, nuestro cerebro no dejará de darle vueltas.
Y eso creará una tensión psicológica que hará que recordemos
mejor aquello que hemos dejado a medias.
¡Todos sentimos la necesidad emocional de terminar las
tareas incompletas...!
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