
Ese año había batido el record de pérdidas jamás sufridas
por una compañía en la historia empresarial americana.
En esa situación, se nombró consejero delegado a Jack
Smith.
Y éste trajo como director de compras a su amigo, el
ingeniero vasco Iñaki López de Arriortúa (quien llegaría a ser mundialmente
famoso como “Superlópez”).
Ambos procedían de la división de operaciones de General
Motors en Europa.
Smith le encomendó a Arriortúa la tarea de cortar la
sangría de dólares que la empresa perdía en sus sistemas de producción y
aprovisionamiento.
El ingeniero reunió a un equipo de 30 directivos de
primer nivel bajo su mando, y conjuntamente decidieron cuál era el nuevo plan y
el sistema que iban a implantar.
Pero Arriortúa estaba convencido de que necesitaban algo
más para superar la crítica situación en la que se hallaban.
Estos 30 directivos debían unirse como un verdadero
equipo, con un sentido conjunto de misión y una fe común en alcanzar el éxito.
Para conseguirlo, Arriortúa buscó crear unos elementos distintivos
que pudieran ser compartidos por todo el equipo.
En primer lugar decidieron que todos seguirían lo que llamaron
la “dieta del guerrero”.
Consistía en un método de alimentación saludable que pensaban
que les ayudaría a mantener un buen nivel físico e intelectual.
También decidieron utilizar el reloj.
Todos los miembros del equipo lo llevarían en la muñeca
derecha hasta que consiguieran beneficios record para la compañía.
Durante una cena en su casa, Arriortúa le comentó a Jack
Smith la contraseña de su equipo.
Inmediatamente Smith se quitó el reloj de la muñeca
izquierda y se lo colocó en la derecha.
Su mujer, Lydia, hizo lo mismo.
Al cabo de seis meses, aún no habían alcanzado
beneficios.
Un día Lydia le dijo a Arriortúa: “Por favor, ¿no puedes
acelerar un poco este proceso? No me pega el reloj en la mano derecha con el
resto de las joyas”.
Lo cierto es que General Motors volvió a la senda de los
beneficios al año siguiente, convirtiéndose en la empresa de automóviles más
eficiente del mundo.
Sin duda ese éxito se debió a la aplicación de los nuevos
planes diseñados por Arriortúa y su equipo.
Pero también a la cohesión y entusiasmo que consiguió
imprimir en el equipo directivo que debía pilotar estos planes.
Superlópez adivinó que podía aumentar los sentimientos de
identidad y unidad de su equipo mediante la acentuación del carácter distintivo
del mismo.
Por eso promovió el uso de lemas, prendas, rutinas y rituales
especiales.
Les hizo sentir a los miembros del equipo que eran únicos,
especiales y distintos.
Estimuló su sentido de identidad.
Desarrolló un concepto fuerte de equipo,
Generó compromiso, ilusión y entusiasmo.
Y conjuntamente sintieron que nada les podría impedir alcanzar
el éxito.
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