
El gran Sherlock, nos imaginamos, había
perfeccionado a tal punto sus habilidades de observación, que era capaz de captar
el más mínimo detalle de cuanto acontecía a su alrededor.
Pero repasemos la siguiente narración que
hace el doctor Watson en una escena de la novela Estudio en Escarlata:
“…mi sorpresa llegó al máximo cuando supe que
Sherlock desconocía que la Tierra girase alrededor del Sol. El que una criatura
humana desconociese este hecho en el siglo XIX se me antojó tan extraordinario
que apenas podía creerlo”.
“Parece usted sorprendido” dijo Sherlock sonriendo
ante mi expresión de sorpresa. “Ahora que lo sé haré lo posible por olvidarlo…”.
“¡Pero el sistema solar!”, protesté.
“¿Qué diantres me importa?”, me interrumpió
impacientemente. “Usted dice que giramos alrededor del Sol. Me importaría lo
mismo que girásemos alrededor de la Luna”.
En una primera lectura de esta escena podemos
quedarnos tan sorprendidos como el bueno de Watson. ¿Sherlock, el paradigma del
super-poder de la observación, desconocía un hecho tan elemental como que la
Tierra gira alrededor del Sol?
Pero si reflexionamos un poco en torno a la
cuestión, puede que no resulte tan sorprendente.
Puede que incluso esta circunstancia nos dé una pista sobre el verdadero super-poder de Sherlock Holmes.
Puede que incluso esta circunstancia nos dé una pista sobre el verdadero super-poder de Sherlock Holmes.
Pensemos que nuestro cerebro inconsciente
está operando todo el tiempo, dedicado a monitorizar los millones de estímulos
visuales, auditivos, olfativos o de otro tipo que llegan incesantemente a
nuestro cerebro.
En esta ingente labor de monitorización de
nuestro entorno, nuestro cerebro descartará la inmensa mayor parte de la
información, utilizando tan sólo una minúscula parte de la misma cuando interprete
que existe algún elemento que puede ser una potencial oportunidad o amenaza.
Sólo en ese momento reclamará nuestra
atención consciente y entonces, en unos microsegundos, abandonaremos las
abstracciones en que nos hallásemos, y toda nuestra atención consciente se
centrará de golpe en la situación que requiere nuestra atención.
Pues bien, al contrario de lo que pudiésemos
creer, la máxima eficiencia del cerebro se consigue no cuando captamos todos
los detalles posibles de nuestro entorno, por pequeños e insignificantes que
sean, sino justamente cuando sucede lo contrario.
Según un reciente estudio realizado por el investigador Michael Melnick, de la Universidad de Rochester, las personas con
el más alto índice de inteligencia son los que peores resultados obtienen en
las pruebas para la captación de movimientos o detalles no esenciales.
Estas personas con puntuaciones más altas en
las pruebas de inteligencia son más capaces de filtrar las distracciones de
fondo innecesarios, concentrándose en el primer plano y obviando los movimientos
y distracciones irrelevantes.
Así que, retomando la historia de Sherlock
Holmes, su verdadero secreto no consistía en observar mucho, sino justamente al
contrario, en filtrar todo aquello que resultaba irrelevante para sus
particulares propósitos, incluso si se trataba de ignorar el hecho elemental de
que la Tierra gira alrededor del Sol…
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