miércoles, 15 de mayo de 2013

Maldita sea ¿Por qué me cuesta tanto aprender?


Hace unos días leía en yahoo respuestas una pregunta que planteaba un usuario angustiado. Decía lo siguiente: “Hola, yo estudio ingeniería civil, y hacemos muchas matemáticas, pero de un tiempo para acá, no se me queda nada, yo pongo atención y al momento de que se me explica lo entiendo pero pasa un rato y no me acuerdo de casi nada, o me enseñan algún procedimiento y lo realizo al momento, pero después me cuesta hacer mis ejercicios. Estoy preocupado. ¿Cómo o qué puedo hacer para retener mejor la información? ¿Quizás debo consumir vitaminas para el cerebro? URGENTE''¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡…”.
La experiencia de este chico que sonaba bastante desesperado, no es única. Cuántas veces oímos a los profesores reprochar a sus alumnos “Estás siempre en las nubes”, “no te esfuerzas”, “no pones atención”, “no te enteras”…
Y casi siempre, estos bienintencionados profesores lo ignoran casi todo sobre los mecanismos del aprendizaje humano, al reducir el problema a una mera decisión voluntaria por parte de los alumnos de “querer” o no aprender y de estar o no dispuestos a poner la atención y esfuerzo requeridos para conseguirlo.
Pero las cosas no funcionan de esta forma. El mecanismo del aprendizaje supuso un gran avance en la historia evolutiva animal. Pero este mecanismo, al igual que cualquier otra tarea cerebral que implique la focalización deliberada de la atención, no es gratuito. Supone el consumo de una gran cantidad de energía.
Eso se debe sobre todo a que estas tareas requieren un nivel de activación que afecta a prácticamente todas las zonas cerebrales y a menudo precisan crear nuevas conexiones neuronales.
En el entorno prehistórico en el que evolucionamos, la energía era un bien escaso que debía economizarse a cualquier costa. Por eso, los humanos, como los demás animales, hemos desarrollado una fuerza poderosa y primitiva que nos impele a buscar el mínimo gasto energético como mecanismo de supervivencia a largo plazo.
Sin este regulador interno podríamos agotarnos fácilmente y no tener las suficientes reservas de fuerza, grasa corporal o energía nerviosa para enfrentarnos a situaciones prolongadas de escasez. O para hacer frente a súbitos requerimientos de gasto energético, como cuando nos enfrentamos a un peligro o a una situación inesperada.
Para nuestros fines biológicos, ignorar aquello que no merece la pena ser aprendido es tan importante como aprender lo que sí es relevante. Por eso, nuestro cerebro decide continuamente qué elementos de información retendrá y cuáles ignorará.
En general, nuestro cerebro ignorará la abrumadora mayoría de la información que reciba a través de sus diferentes canales sensitivos y solo presentará a nuestra consciencia una mínima parte de la misma.
A su vez, nuestra consciencia sólo permitirá que pase a nuestra memoria a largo plazo una mínima parte de esa información que le llega.
Lo que estamos describiendo no es más que el pan nuestro de cada día en cualquier proceso de aprendizaje, tanto si se desarrolla en un aula como si tiene lugar a través de un ordenador, o por otros medios.
La experiencia de cada día nos ilustra que la capacidad de transferir la información desde el cerebro del formador o desde la pantalla del ordenador al cerebro de los alumnos o participantes, varía considerablemente según las circunstancias. 
Y que, en realidad, la inmensa mayor parte de dicha información jamás traspasará el umbral que lleva desde el campo de la conciencia hasta las zonas cerebrales del hipocampo, donde se procesa la información para su memorización a corto plazo.
Si una información no ha sido registrada en la zona cerebral del hipocampo, nunca podrá ser evocada ni recuperada.
No habrá existido ningún tipo de aprendizaje, ni por supuesto ninguna posibilidad de cambio de conducta.
Pero ¿cómo decide nuestro cerebro qué aprenderá y qué ignorará?
Los estudios realizados en este sentido son muy claro: nuestro cerebro no está programado para que aprenda o deje de aprender de acuerdo a una decisión voluntaria que podamos tomar.
Querer aprender apenas influye en el hecho de que aprendamos o no.
Es más bien nuestro cerebro inconsciente quien toma las decisiones acerca de lo que debe o no debe ser aprendido, siempre según su interpretación de si estamos ante una oportunidad, ante una amenaza, o ante un hecho neutral que no implica ni lo uno ni lo otro.

1 comentario:

  1. Hola señor Samer. Entonces... ¿cuanto tiempo tomaría aprenderse varios temas? Yo estudie para un examen por un mes y no lo pase. Le aseguro que casi me lo sabia todo, letra por letra. Pero al momento del examen no me acorde mucho. Mi nota es de 10 a 11. ¿que podría hacer para que no se me dificulte tanto memorizar? Gracias por leer. Saludos de Venezuela

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