Supongamos que nos gustan los helados y a la vez deseamos
perder peso.
Ambas ideas son en cierto modo contradictorias entre sí,
de modo que buscaremos la forma de eliminar uno de los pensamientos, o bien de
compatibilizar los dos, para reducir el nivel de incoherencia que suponen.
O bien podemos decidir dejar de querer perder peso.
Si nos cuesta renunciar a ninguna de las dos ideas,
entonces podemos razonar ante nosotros mismos que los helados no engordan
tanto, después de todo - y a continuación hacer zapping con el mando cada vez
que salga un nutricionista en la televisión.
También podríamos pensar que aunque los helados engordan,
aportan un suplemento muy necesario de leche, la cual es muy beneficiosa para
los huesos, de modo que su consumo queda justificado.
O incluso podríamos pensar que aunque deseamos perder peso
y los helados sin duda engordan y no aportan ningún beneficio dietético, nos
gustan demasiado y no podemos evitar tomarlos. De modo que es algo que está más
allá de nuestra voluntad.
Cualquiera de estas alternativas reducirá nuestro grado de
disonancia y, por tanto, aliviará la tensión y malestar psicológico derivados
de esta contradicción interna.
En general, cuando nuestras ideas, creencias, emociones o
comportamientos se encuentran en un claro conflicto entre sí, se produce un
estado de incoherencia interna o disonancia.
Esa disonancia provoca un cierto grado de tensión
psicológica, por lo que intentamos reducirla de alguna forma, buscando ser
coherentes con nosotros mismos.
El principio de la coherencia –la necesidad de parecer
coherentes con la imagen que nosotros o los demás tenemos de nosotros mismos- es
un principio bien establecido en la psicología humana.
De sus consecuencias se deducen diferentes técnicas persuasivas
y también puede ser aplicado con éxito en los programas de formación. Por
ejemplo, a través de los planes de acción personal.
En estos planes se pide a los participantes que expliquen,
públicamente o por escrito, cómo van a concretar las actuaciones que llevarán a
cabo para conseguir sus propósitos de mejora en relación a las habilidades
entrenadas.
En la medida en que estas personas asuman un compromiso con
su coach o formador, con el resto de los participantes o consigo mismos, se
esforzarán a continuación en tratar de ser coherentes con la postura adoptada para
mantener la reputación ante sí mismos y ante los demás.
Y eso hará que resulte mucho más probable que actúen
asumiendo las consecuencias prácticas de la postura adoptada y los objetivos
comprometidos.
Busquemos el compromiso de las personas, hagamos que se involucren y estaremos
poniendo el poderoso principio de la coherencia a su favor.
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